1 de octubre de 2021

El estadio de atletismo “Juan Ruano”

Por Jesús Castañón Rodríguez

El estadio de atletismo “Juan Ruano”

José Miguel Molowny (*)

Hace algo más de sesenta años yo era un joven atleta del Colegio de San Ildefonso, en el que daba clases de Educación Física un elegante profesor, con un chandal rojo, moderno para entonces, que se llamaba Juan Ruano (1923). 

No tardó en llamarme para que me pusiera a saltar altura, y poco después para hacerlo con una vieja pértiga de bambú. Empecé a destacar en ambos saltos y a ganar alguna competición escolar, hasta que me convocó para decirme que tenía que dejar el estilo de salto antiguo y adoptar el moderno, de aquel entonces (a su vez anterior al “Fosbury” actual de todos los saltadores). En aquel inolvidable entrenamiento mejoré veinte centímetros y ese entusiasta entrenador me pareció un “gurú” del atletismo.

Foto: Asociación de Periodistas de Santa Cruz de Tenerife

Con el tiempo gané los escolares en ambos saltos en el campo de La Manzanilla y bajo su magisterio logré los récords juveniles de Canarias de aquellos saltos en el estadio Martín Freire de Las Palmas. En nuestras buenas charlas se interesaba ya en mis progresos con el dibujo, desde su óptica de gran pintor, pues ya yo apuntaba a la carrera de Arquitectura. Desde entonces, no paraba de hablar de su lucha por conseguir un estadio de atletismo para Santa Cruz y de sus gestiones con las autoridades locales, pero las ayudas de entonces eran inexistentes.

Comprobé también que Juan Ruano arrastraba la frustración de haber sido reiterado campeón de España de 100 metros lisos, con mínimas para las Olimpiadas de Londres y Helsinki, a las que no pudo asistir por falta de ayudas estatales, o federativas. Era de todos conocido que se costeaba los desplazamientos a las competiciones en la península con la venta de sus cuadros. Era, sin lugar a dudas, el paradigma del “amateurismo”.

Lo pude constatar a nada que pasé a entrenar con el inolvidable Club Aguere, que llevaba el padrazo atlético, don Miguel Feria en aquella cuarteada pista de La Manzanilla.

No existían subvenciones,

ni técnicos que entrenaran,

las pistas se nos quebraban,

sólo había corazones.

Pasaron los años y me fui a estudiar Arquitectura a Barcelona, donde también estuve saltando como externo en la Residencia Blume, a la que tuve que renunciar con mucha pena porque mi responsabilidad de estudiante aplicado hacía imposible su compatibilidad con la actividad de competición, muy exigente para alto rendimiento.

Ya en pleno ejercicio profesional, volví a ver a mi admirado Juan Ruano y me seguía contando de la enorme dificultad de conseguir una pista – ni siquiera estadio – para Santa Cruz.

Al poco tiempo, tuve la fortuna de entrar como miembro de la primera corporación democrática del Cabildo de Tenerife (1979-83) y pasé a convertirme en el primer consejero insular de Deportes. Desde aquella posición y tras luchar y mendigar ante el Consejo Superior de Deportes, se logró la subvención para instalar la primera pista de “tartán” en el estadio de la Manzanilla. Juan Ruano, tiempo después, se congratuló de aquel logro, pero me decía que Santa Cruz seguía sin un estadio de atletismo.

Todos los que por aquellas pistas nos conocimos, fuimos envejeciendo y ya faltan muchos, pero en 1993 hubo un homenaje a dos geniales atletas,  Miguel Feria y José María Mendoza, y a ellos dediqué un corto poemario, en el que otra cuarteta  decía:

Porque un atleta lo es,

desde que aprende a sufrir,

y lo lleva en su vivir,

aunque llegue su vejez.

Mi corolario personal es que el atletismo me imprimió carácter, como a tantos otros que lo han practicado con entrega, y me ha servido para mantener una férrea disciplina en la vida.  ¡Qué bueno haber sido atleta!

Hace escasos meses, un grupo de atletas veteranos empezó un movimiento, al que no tardé en sumarme, para conseguir que el estadio de Tíncer (o Centro Insular de Atletismo de Tenerife) llevara el nombre de Juan Ruano. Me pusieron al frente, no por méritos deportivos, sino por edad, y empecé a remar con todos ellos apoyados por la Asociación de Periodistas de Tenerife, y por las Federaciónes de Atletismo, Tinerfeña y Canaria, hasta que confeccionamos una documentada solicitud, y la presentamos en el Cabildo y en el Ayuntamiento de Santa Cruz.

Ese gran hombre, paradigma, como he dicho, del “amateurismo”, jamás cobró peseta alguna por ir a competir donde se le invitara, algo que ya se ha desvirtuado en muchos atletas modernos, que aceptan la mercantilización del atletismo. ¡Ésa fue su grandeza!

Va aquí mi homenaje personal a Juan Ruano, que falleció en 2004, al que seguro se suman otros muchos atletas, actuales y veteranos.

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José Miguel Molowny es arquitecto y atleta.