1 de enero de 2024

Sentimiento portuense

Por Jesús Castañón Rodríguez

Sentimiento portuense

Salvador García Llanos*

Hasta cuatro generaciones de futbolistas del Club Deportivo Puerto Cuz (más de ochenta) se dieron cita en las primeras fechas del mes pasado en un encuentro que, para ser promovido y organizado sobre sobre la marcha, en muy pocos días, resultó un éxito, una postrera prueba de lealtad a unos colores, el blanco, que para eso iban los asistentes con una camisa de ese tono.

Se notó que el paso por El Peñón, la vieja cazuela, dejó marca. Todo estaban contentos y felices evocándolo, sin importar edades, una sustanciosa mezcla que destilaba el sentimiento portuense. Había licencia para la nostalgia que cabalgó a rienda suelta, recordando a los ausentes y repitiendo entre anécdotas y vivencias hechos, momentos, goles, expulsiones… y frustraciones, que de todo ha habido en este club que ahora deambula en categoría Preferente, entre limitaciones y la orfandad de apoyos, aunque eso sí, nutriéndose de la cantera más prolífica que se recuerda en el fútbol territorial. Una cantera de élite para cuyos habitantes el gran mérito, la gran meta, era jugar en el primer equipo, ese que, en un tiempo, cuando tras un ascenso, era reconocido como “el pequeño Real Madrid” por el poeta popular, Vicente Yanes, tal era la calidad del fútbol que practicaba. Allí estaba Tito Rodríguez Mesa, el Pisaca, cancerbero inmenso de la portería.

Primero, fotos en El Peñón, al descanso de un encuentro oficial de categoría juvenil. Después, traslado a pie hasta Punta Brava, donde compartieron en el bodegón La Era, un ágape abundante y muy bien servido. La emoción se desbordó con algunos relatos y algunos no pudieron reprimir las lágrimas. Era lógico entre tantos reencuentros y tantos abrazos y tantos recuerdos que los periodistas asistentes coincidieron en señalar como momentos inolvidables de su infancia, juventud… y de sus vidas, fraguados al calor de aquella cita que, durante una larga época, se convirtió en una suerte de devoción religiosa. Hasta Juan Cruz Ruiz, el maestro, se hizo presente con una grabación que pudimos escuchar a través de la megafonía. Pero Pedro Ángel Gómez Barreto y Juan Carlos Castañeda, periodistas que escribieron sus primeras crónicas desde aquel recinto que ahora empieza a lucir un nuevo césped artificial, se subieron a la ola de la nostalgia y expresaron sus sentidas emociones, como Gregorio Dorta, que las recogió en video. Gerardo González Movilla, el goleador eterno, cuando dejó de anotar en el marco rival, prefirió el mismo escenario para dialogar y negociar mientras los profesionales decidían consolidar la vía sindical para defender sus derechos y compromisos. Evocamos a un personaje inolvidable, Venancio Martín Rodríguez, el masajista del agua milagrosa que, con tremendo humanismo, tantos golpes atendió y tantas lesiones impidió que llegaran a más.

Las conversaciones discurrieron como es fácil suponer. Era una síntesis de la historia  contada por algunos sus protagonistas muchos, muchos años después. Era la historia de un sentimiento identitario, el portuense, santo y seña de nuestras vidas. Si el mejicano Octavio Paz escribió que “recordar es vivir”, desde luego, acertó, porque aquel ejercicio, casi improvisado, y que tuvo en Orlando García un adelantado y un eficaz puntal en la organización, fue la demostración de que el sentimiento perdura, y que aquellas paradas, aquellos despejes, aquellos goles, aquellos bríos… el fútbol que teníamos al alcance y que disfrutamos desde niños eran, en el fondo, eso: un sentimiento.

¡Ah! Ya piensan en el segundo encuentro de ex futbolistas. ¡A por más!

* Presidente de la Asociación de Periodistas de Tenerife (APT)