El lenguaje de la emoción
El lenguaje de la emoción
Jesús Castañón Rodríguez
El idioma del deporte en los medios de comunicación de Iberoamérica constituye una pasión multitudinaria, que presenta numerosas curiosidades. Tiene una gran capacidad para remitir a historias simultáneas en etapas múltiples y a saberes que no pueden ser refutados. Y cuenta con una presentación social basada en actitudes de emoción, humorismo, amor y pasión que también ha creado un espacio dinámico de expresiones lingüísticas para integrar las aportaciones de apasionados deportistas, de alegres hinchas o de reflexivos escritores.
El idioma del deporte se ha convertido en un juego de fantasía capaz de ensanchar la expresividad de la lengua con estilo Fosbury, de espaldas al listón de las normas tradicionales de corrección. Ha pulverizado todas las plusmarcas de índices de lectura y de audiencia mediante numerosos recursos lingüísticos especiales relacionados con la gramática y el léxico.
Pero en el nivel donde ha llegado más lejos, más alto y más fuerte en el relato de acontecimientos y del estado de ánimo del público ha sido en el de los recursos de la voz -con su entonación, ritmo, inflexiones, transiciones y pausas- en combinación con los sonidos naturales del graderío y las señales artificiales de los efectos especiales de sonido. Ha puesto en marcha una dinámicá de la emoción, que de ahora en adelante bautizaremos como emodinámica, en la que el idioma es sometido a gimnasia para lograr nuevas expresiones.
Se logra la exacerbación de la emotividad, la sorpresa y la pasión con la siguiente alineación:
1.- El constante tono elevado y crispado para transmitir la vibración y la emoción de la masa de espectadores presentes en el espectáculo deportivo.
2.- La dicción y articulación de sonidos con énfasis para destacar elementos de interés.
3.- La expresividad de vocales y consonantes para suscitar sentimientos capaces de expresar el dramatismo del juego y ser de fácil comprensión por el público.
4.- La dicción expresiva de las vocales u, i para expresar ideas de velocidad y peligro.
5.- El alargarmiento de las vocales para crear expectativa.
6.- La pronunciación enfática de las consonantes f, s, z en acciones de gran interés y en lanzamientos donde un balón o una pelota surquen el aire o ronden un objetivo que permita un desenlace con suspense dentro o fuera de él.
7.- El uso reiterado y exagerado de la vibrante consonante r para provocar escalofríos y vibraciones.
8.- La distorsión de la entonación, con constantes cambios en sus curvas, cadencias y volumen de grupos fónicos para conseguir emotividad y presentar los acontecimientos como melodrama alejado de la monotonía.
9.- La emisión a toda velocidad de un gran número de palabras en el menor tiempo posible, que pusieron en marcha los argentinos hombre metralleta.
10.- La realización de variaciones de ritmo, al combinar la elocución con pausas y silencios.
11.- El uso de varios timbres de -voz para identificar aspectos del juego.
El resultado final del juego de estos once elementos es la interpretación de los locutores y la emodinámica logra disparar los sueños de unos aficionados al deporte ávidos de emociones, de diversión. Ta, ta, ta, ta… Punto final.