Palabras en juego
Porque la vida puede ser… estrepitosa
Ayer, Asturias volvió a rugir con el nuevo campeonato del mundo de Fórmula 1 conseguido por Fernando Alonso. Un tiempo en el que las manecillas del reloj, como en un anuncio, se han atrasado para traer al presente el entusiasmo de la primera vez.
El éxito de 2005 hizo entrar las palabras en juego: la voz de Alonso debutó como actor de doblaje en la película «Cars», la vivencia popular de sus éxitos inspiraron la obra de teatro «Alonsomanía» y su nombre y apellido han servido para dar nombre a un pichón en un club de colombofilia de Barcia y al circuito más grande de Asturias de «slot», la modalidad de modelismo de carreras de coches en pista eléctrica que muchos conocerán por la marca Scalextric.
Sin duda, los triunfadores de este año de lucha apretada y guerra de nervios han sido Antonio Lobato y su equipo con transmisiones detalladas y prudentes en una temporada que se podría resumir en un «porque la vida puede ser estrepitosa». La desmesura de constantes vuelcos en la clasificación, victorias inesperadas, remontadas épicas, desenlaces imprevistos, polémicas decisiones de despacho, declaraciones altisonantes o contratiempos mecánicos complicaban la labor del comentario.
En tiempos de permanentes crisis, lograron imponer el equilibrio para exaltar en los pilotos su frialdad, su magistral temeridad o la improvisación calculada. Y con la impecable sección «Manual de Fórmula 1» llevaron esta competición a bares y plazas hasta poner al volante a espectadores que soñaban con manejar la técnica de talón-punta en los pedales y sentían el casco, el verdugo ignífugo, los tapones de oídos , el mono y el «hans» o protector cervical.
Han hecho retumbar giros como «Si pestañeas, te lo pierdes» o la «fórmula 1 en estado puro» y buscaron con determinación y talento la prudencia y la elegancia con el piloto que sufría algún golpe adverso de suerte. En apenas un año, se ha pasado de «Si esto es un sueño, que no me despierten» a un frecuente «¡Ay, ay, ay, qué está pasando ahora! ¡Por Dios!, ¡esto no puede ser, por favor!».
La tarea de poner palabras a carreras, que marcan diferencias en milésimas de segundo, requiere una sensibilidad como la del niño Lobato que aún recuerda la emoción de su padre al hablar del piloto escocés Jim Clark. Loa a los locutores que narran la adversidad sin caer en el desaliento, cuando la vida llega a ser estrepitosa.
Publicado en La Nueva España, Oviedo, 23 de octubre de 2006.