Palabras en juego
La fuerza del gol
Arranca el campeonato de Liga de fútbol. Un nuevo tiempo de juego para victorias y derrotas. Para soñar gracias a la fuerza del gol, el tanto que genera una alegría popular incontenible y una cancha de fantasía para las palabras.
La memoria de los aficionados asturianos registra su invocación en las gradas del Carlos Tartiere al ritmo del Kalinka ruso («¡Ay, Marianín, Marianín, Marianín mete un golín!») y los rugidos de ges, oes alargadas y eles en cascada que provocaba en El Molinón El Brujo Quini.
El periodismo ha transformado las tres letras en imágenes clásicas como «Su Majestad el gol» o «goles son amores» y alguna repetición innecesaria como «cero a cero, empate sin goles». Una curiosa tarea en la que Bilbao ha logrado que los tantos se multipliquen como peces en la Catedral (San Mamés), hasta tal punto que han sido saludados en las transmisiones radiofónicas por Federico Merino con un rotundo «¡bacalaaaoooooo!» o han merecido que José María Múgica escribiera: «un partido sin goles es como una merluza de hotel, le falta sabor».
Expresiones brillantes y emocionados relatos, al borde del desmayo, han surgido en América al unir gol y emociones. Especialmente en el Río de la Plata, que ha dejado un «Poeta del gol» (el uruguayo Rubén Sosa), «No diga gol, diga Kempes», «Batigol» para nombrar a Batistuta o «Diegol» Maradona para referirse a la jugada de todos los tiempos que realizó el Barrilete Cósmico en la Copa del Mundo de 1986.
Aunque su uso más extendido es el de acción y efecto de introducir el balón en la portería, gol también se utiliza para referirse a otros tres hechos. Sigue vivo su significado original inglés, como portería, en tirar a gol. Se ha extendido a la grada que se sitúa detrás de cada meta con el gol norte o sur. Y hace pocos años, los entrenadores han puesto de moda «no tener gol» para reseñar la escasa eficacia en el remate de su equipo y que el periodismo solía contar como falta de llegada, de «punch» o de pegada.
Cuando diga adiós a sus amistades, embotelle en una sola expresión su despedida y estado de ánimo como el psicólogo de los equipos juveniles de la selección albiceleste, Marcelo Roffé. No use un simple saludo, beso o abrazo. Ponga en su vida un «abrazo de gol».
Publicado en La Nueva España, Oviedo, 29 de agosto de 2005.